El suelo es mucho más que una estructura en la que vamos pisando o un tope que evita que nos caigamos en Australia; es una estructura compleja que actúa como la base de la vida. En él crecen las plantas, pero no solamente las plantas: encontramos millones de micro y macro organismos que otorgan al suelo la capacidad de ser una mega bioestructura cuidadosamente elaborada. Las interacciones entre microorganismos, plantas y animales son básicas para que este funcione de una manera adecuada y lleve a cabo los procesos naturales que debemos encontrar (1).
Estos procesos pueden verse alterados por muchos motivos, entre los que se encuentra la actividad humana. El propio echo de establecer un cultivo genera innumerables desequilibrios en el sistema; cambio en el equilibrio de nutrientes, cambios físicos, temperatura, humedad…. Afectando a esa interacción microrganismo -planta.
Los desequilibrios, sean del tipo que sean, no suelen traer consecuencia positivas en casi ningún de los casos, y la agricultura no es una excepción… ¿qué podemos hacer entonces? Parece inviable el dejar de cultivar y tener tierras de cultivos (algunos tenemos el mal hábito de comer todos los días), pero el manejo de nuestras fincas se postula como una eficaz herramienta para intentar corregir lo más posible estos desequilibrios. Los abonos que apliquemos, la forma de labrar, el riego, tratamientos fitosanitarios, variedades… son pequeñas gotas que van sumando a la hora de conseguir los resultados que buscamos en nuestra parcela.
(1) HANS LAMBER 2009Plant-microbe-soil interactions in the rhizosphere: an evolutionary perspective . The University of Western Australia